En la industria de la telefonía móvil se da una paradoja; los «smartphones» han evolucionado notablemente, pero sus baterías siguen igual que hace décadas. Y eso genera un problema, porque salvo los sistemas de carga rápida, no hay forma alguna, por ahora, de lograr que estos aparatos que llevamos atados a la mano se extiendan más de dos días.
Estas baterías, además, tienen un problema adicional: se deterioran. Con el tiempo acumulan ciclos de carga y, conforme pasa el tiempo, acaban perdiendo fuerza. Esto puede provocar que al cabo de un año se encuentre a un 85% del nivel original. Con ello se origina el malestar entre los usuarios de que su autonomía dura cada vez menos.
La sensación que uno piensa es que el dispositivo no dura tanto como antes. Lo más probable es que esas sospechas tengan algo de verdad. Pero se pueden realizar algunas acciones que permitirá alargarlas un poco y no estar cabreado cada dos por tres.
Utiliza cargadores oficiales
Es muy común que al cabo de un tiempo perdamos el cable que nos viene en la caja cuando adquirimos el dispositivo. En los últimos años se ha estandarizado el puerto USB-C con lo que, teóricamente, nos puede servir cualquier conector que sea compatible. Pero muchos fabricantes apuestan por sistemas de carga rápida que, aunque pueden llegar a deteriorar a la larga la batería, consiguen devolverlas a la vida en un pis pas.
Y, en muchas ocasiones, al final tiramos del primer cargador que nos encontramos por ahí en un cajón o lo compramos en tiendas no oficiales. Pues bien, según los fabricantes, esto es un gran error. De hecho, incluso Google explica que es posible que el dispositivo tarde más en cargarse, no se cargue en absoluto o que la batería o el propio cargador sufran daños. «Si utilizas otros adaptadores, es posible que el dispositivo tarde más en cargarse, no se cargue en absoluto o que la batería o el propio dispositivo sufran daños», recuerda la compañía.
Evita sobrecalentamientos
Como no podemos prescindir de ellos ni en pintura, nos llevamos el móvil hasta la playa. Y allí, además de gente en bañador, arena y agua suele haber un intenso sol que, evidentemente, puede pasar factura al terminal. Como producto electrónico que es corre el riesgo de sobrecalentamiento. La batería puede dañarse y se consume mucho más rápido cuando el dispositivo está caliente, incluso si no lo utilizas.
Es muy importante no exponerlo a temperaturas superiores a 35 °C, «ya que el calor podría dañar de forma permanente la capacidad de la batería», advierte incluso Apple, que recuerda que los daños pueden ser más graves cuando se carga el dispositivo en lugares con temperaturas muy altas. «El software puede limitar la carga para que no supere el 80 % si la batería está por encima de la temperatura recomendada».
Cárgalo cuando sea necesario
Es cierto que no pasa nada por cargarlo antes de que se agote del todo la batería. Tampoco pasa nada si dejamos que se termine. Pero a la larga puede provocar un cierto deterioro. De hecho, expertos consultados aseguran que «no tienes que enseñar al dispositivo cuánta capacidad tiene la batería dejando que se agote por completo ni cargando el dispositivo completamente». Lo más sensato es hacerlo cuando toque.
¿Activar el ahorro de energía?
Muchos móviles incluyen una interesante función llamada «Ahorro de energía», que está especialmente dirigida a esos momentos en los que te quede poca batería. En iPhone, por ejemplo, se llama «Modo de Bajo Consumo». Lo que hace es reducir la intensidad del brillo de la pantalla, evitar las notificaciones y desactivar las aplicaciones que estén en segundo plano. Así podremos rascarle unos minutos o, incluso, algunas horas más de uso.
No tengas la pantalla encendida
Es importante evitar, en el medida de la posible, tener la pantalla siempre encendida. La pantalla se lleva gran parte del consumo de energía de la batería. Lo más recomendable es establecer un periodo de tiempo corto para que se apague y reducir el nivel de brillo. El ajuste del brillo automático que incorporan algunos modelos es una buena opción. Es cierto que a veces es que no se puede evitar. Según algunas estimaciones, los usuarios consultan sus móviles unas 150 veces al día. Y a veces casi sin darse cuenta. Tener unos buenos hábitos y utilizar la tecnología siempre que sea necesaria puede sacarnos además de algún que otro apuro.
¿Y si el problema es de una aplicación?
Las conexiones continuadas (GPS, contenido en «streaming»...) afectan al rendimiento de la batería. Parece que no, pero son servicios que consumen muchos recursos. Lo más sensato es desactivarlas cuando no se utilizan, evitando que estén en segundo plano por ahí perdidas. Por fortuna la mayoría de sistemas operativos móviles permiten conocer el porcentaje de consumo que se lleva cada una. Así tendremos una guía a la que poder atenernos. Los juegos móviles también gastan mucho, y más si tienes un uso ininterrumpido.
Nada de segundo plano
Hay numerosas aplicaciones que están continuamente enviado información, pidiendo requerimientos técnicos y solicitando actualizaciones. Para ganar autonomía, hay que desactivar ciertas funciones que, por defecto, suelen estar activadas en el móvil como el Bluetooth, la ubicación (si no estás usando el GPS) o la sincronización automática de «apps». O los servicios de fitness, que suelen estar activándose cada dos por tres. Y si tienes «apps» en segundo plano, lo mejor es desactivarlas. Tampoco descartes la posibilidad de hacer limpieza de vez en cuando y eliminar aplicaciones que no se utilicen.
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